Fotografias de ropa acariciada por los rayos tibios del sol.

Una noticia en el periódico decía así:

"La Ordenanza de Policía Urbana de Madrid prohíbe secar ropa en los balcones, así como colgar prendas en las terrazas o fachadas de las casas y podrían multar por ello.

A pesar de ser una norma muy antigua, de la que se han derogado la mayoría de ellos, el precepto que multa por tender ropa a la vista sigue en vigor.
La razón principal es el cuidado de la estética de las calles de la ciudad, que se ve deteriorada con la imagen de la ropa tendida, que resta calidad al paisaje urbano y altera la uniformidad de la imagen de las fachadas de los edificios" .

Por un momento imagine a todos los policias uniformados de azul , casco en cabeza, ametralladora en ristre, botas altas bien prietas, y camisa abrochada hasta arriba, mirando hacia todas las terrazas del país, dejando por otro lado que todos los políticos delincuentes robasen a su antojo. De mientras así cumplir con su labor de pillar in fraganti a las viejecitas tender sus bragas tamaño Xl.

Donde ellos ven una disminuición de la "calidad del paisaje" yo sin embargo veo poesia asomada entre los resquicios del atardecer, luz entre las penumbras de unas mangas maltrechas, un pantalón vaquero que ya recorrió medio mundo, las nubes que van cambiando de forma admirando desde lo alto las azoteas de nuestras ciudades, las marujas tendiendo al sol la colada del hogar , el patio de mi abuela, el atardecer entre la chimenea y los tejados, el baile de las camisas al viento...

Pero sobre todo uno de los olores que más me gustan en el mundo y es el suavizante de la ropa limpia recién tendida...











(Ésta última es de mi propia cosecha subida en mi galería de flickr )


Para ver la colección completa y los autores de las fotos pincha en esta recopilación que he hecho: Aquí

5 comentarios:

Anna Liebheart dijo...

la ropa tendida al sol es una manera tan bella de llenar de colores la ciudad que da pena que la gente gris siga empeñada en multarnos por algo tan cotidiano. Me encantaron las fotos! ;)

rosana dijo...

siempre me ha gustado ver la ropa tendida, introduce lo cotidiano en cualquier rincón y la imagen del sol y del viento secándola, me da paz. Muy bonitas las fotos

Síndrome Coleccionista dijo...

Hasta podría ser una expresión artística ^^
Gracias Anna!

Síndrome Coleccionista dijo...

A mi también. No sé el motivo, pero me parece que adorna los grises edificios...
Un saludo Rosana!

Dunsany dijo...

IX. DEL DíA Y LA NOCHE DE CARNAVAL Y EL AGRIO FIN DE UNA OCULTA QUERELLA QUE ENTRE ALFANHUí Y DON ZANA MADURABA
AMANECIÓ por fin, un día violento y sesgado, con un duro cielo de acero y un viento de halcones. Escasas nubes blancas corrían muy lejos, a lo largo del levante. Era un cielo lleno de prisas, como de batallas. La ciudad callaba agazapada en medio de los campos como una inmensa liebre temerosa. Rechinaban al viento las negras chimeneas de lata, vacías de humo. La ciudad estaba indefensa bajo el cielo; no guardaban los pájaros su aire, ni el humo sus tejados. Callaba y encogía su lomo al viento, como animal azorado. Y el cierzo batía las calles y las invadía, como buscando alguna venganza. Restallaban las ropas tendidas en los patios y en las traseras que dan a los solares. Y el sol se echaba sin respeto sobre la ciudad, con la luz plana de las llanuras. La ciudad estaba desnuda y al descubierto; se la veía hecha sobre los campos, vacía del ensueño que la amparaba. Con sus ojos abiertos tenía miedo de su soledad y se miraba en torno como diciendo: "Yo soy nada sobre los campos."
Era un día para los pálidos y desamparados que subían a las azoteas a mirar ojerosos la montaña y a sentirse fuertes, por una vez, cara al viento.
Pero detrás de los oscuros cristales, ojos de mujer miraban temerosos el día y el viento, y decían en un escalofrío: "¡Malo viene este carnaval!"
Así pasó el entero día, sin que cesase el cierzo de batir, sin que apenas nadie saliera a la calle. Y al ocaso, todo ensueño estaba barrido, desnuda la ciudad. Alfanhuí y don Zana no se vieron. Alfanhuí había pasado el día por la calle, paseando lento, con las manos en los bolsillos de la chaqueta y la cabeza alta, como oliendo el aire, atento y frío.
Al caer la noche, Alfanhuí y don Zana se hallaban en dos extremos opuestos de la ciudad. Don Zana, al mediodía; Alfanhuí, en el septentrión, del lado del viento.

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